La segunda excavación del castro de Esmelle, una de las actuaciones que promueve la Cátedra de Arqueoloxía e Educación Patrimonial que impulsan el Concello de Ferrol y la Universidade da Coruña, se desarrollará del 15 de julio al 2 de agosto –esta misma semana se solicitará el permiso de la Xunta–, más o menos en las mismas fechas que la que se realizó el año pasado y cuyos resultados satisficieron a los directores científico, el profesor Juan Luis Montero Fenollós, y técnico, Samuel Nión –del instituto Incipit del Centro Superior de Investigaciones Científicas–, por el potencial que ofrece este yacimiento.
“Los resultados fueron magníficos, pero son provisionales, porque fue la primera vez y en una área limitada”, explicaba ayer Montero Fenollós, que añade que “entonces obtuvimos mucha información, pero no terminamos de comprender con exactitud lo que encontramos: son muros, sabemos las épocas en que estuvo habitado, pero nos interesa conocer la edificación en su integridad”. Para ello actuarán en una área de unos 40 metros cuadrados pegada al sondeo que se hizo el año pasado, para, de ese modo, “poder comprender el conjunto de forma completa, entender las dimensiones y establecer la posible función que pudieron tener” esas construcciones.
El equipo de trabajo, que estará formado por una docena de personas, tiene ante sí el reto de dar un paso más en el conocimiento de un castro que para Montero Fenollós tiene “mucho que decir y mostrar” sobre el pasado. En ese sentido, recuerda que las dataciones con Carbono 14 de la parte excavada en 2023 apuntan a varias etapas de ocupación, “una de ellas de al menos el siglo IV antes de Cristo y otra en el siglo I, ya en plena romanización”, indica antes de subrayar que “de lo que se trata ahora es de ir avanzando”, aunque sea poco a poco, pues la superficie del castro se estima en alrededor de dos hectáreas.
Uno de los aspectos más interesantes, y que ahondan en esa línea, es un pedazo de cerámica púnica que, dice el profesor, demostraría que esta zona estaba conectada con rutas comerciales relevantes.
La campaña requiere unos preparativos que implican también al Concello de Ferrol, propietario de los terrenos en los que se localiza el castro. En ese sentido, desde la dirección técnica y científica del castro se ha solicitado la limpieza de la vegetación que invade el recinto, mayoritariamente –“en un 95%”, precisa Montero Fenollós– eucalipto. La zona se limpió, apunta, en 2017, pero la falta de un mantenimiento ha vuelto a tupir la zona.
Si la zona está limpia de maleza, el equipo realizará también una topografía de todo el castro
En este caso, el Concello trabaja en la elaboración de una memoria con las actuaciones que se van a llevar a cabo. Esto es consecuencia de la declaración de insuficiencia de medios por parte de la concejalía de Patrimonio Histórico. Una vez finalizado el informe se procederá a realizar un contrato menor para limpiar la zona.
Esta actuación permitirá a los responsables de la campaña ampliar el programa previsto, pues, además de hacer un nuevo sondeo y de desenterrar el del año pasado –la legislación obliga a que, en el caso de que un bien de este tipo no se vaya a restaurar y poner en valor para que sea visitable, se vuelva a tapar y a proteger–, se elaborará un plano topográfico del yacimiento “que no tenemos”, matiza Montero Fenollós, “para identificar los restos que son visibles e ir planificando además actuaciones futuras”.
De lo que ya hay certeza es de que las piezas de interés localizadas en la primera campaña de excavación y que permanecían custodiadas en el Centro Torrente Ballester se trasladarán al Museo de San Antón, que es el de referencia provincial para hallazgos de estas características. El concejal de Cultura, José Antonio Ponte Far, confirmaba ayer que esas cajas que guardan, sobre todo, restos de cerámica y trozos de otros utensilios de metal se guardarán en la ciudad herculina. Como se recordará, el pasado mes de marzo, un técnico de Patrimonio Cultural visitó el Torrente para determinar si, como había solicitado el Concello, ese material podía permanecer en él si se acometían unos trabajos de acondicionamiento.
Era una opción muy remota, pues la legislación en esta materia es muy clara y únicamente autoriza el depósito de estas piezas de valor patrimonial en centros con las condiciones adecuadas, es decir, en museos. Con todo, el compromiso, manifestaba Ponte Far, es que cuando el Torrente Ballester se musealicen esas piezas regresen a la ciudad.
“No hay que dramatizar”, asegura Montero Fenollós. “Está claro que lo ideal es que se queden aquí, pero ahora mismo no hay una instalación de carácter museístico que pueda cumplir esa función y lo que dice la norma es clara: esas piezas tienen que custodiarse, en este caso, en el museo de San Antón”. Así, añade que “cuando haya un museo en Ferrol o el Torrente Ballester esté adaptado como tal, se solicitarán y no creo que a nadie le importe que esos materiales vuelvan y se puedan reunir con los que vamos a sacar este año. Lo importante es que la colección que nos vaya ofreciendo el yacimiento esté junta y se pueda exponer en las mejores condiciones. En este momento, lamentablemente Ferrol no tiene un museo”, señala.