Raúl Salgado (EFE)
Sostener durante doce años un proyecto gastronómico no es sencillo, "para qué negarlo", pero recibir distinciones como un segundo sol Repsol, recién concedido, es un premio jugoso para Daniel López, el líder espiritual de O Camiño do Inglés, el restaurante que hace a Ferrol plaza irreductible en la escena culinaria.
El chef admite a EFE que es "un reconocimiento muy chulo" y que no "contaba con ello", así que le "hace mucha ilusión que nos reconozcan así" y no oculta la singular forma en que se enteró del premio.
"Me llamaron un par de semanas antes para invitarme a la gala, estaba en un área de servicio de Repsol porque había tenido un problema muy ridículo y estaba esperando que me llamaran de la grúa", relata el cocinero, que a la frase telefónica "te llamamos de Repsol" replicó con un lacónico "claro, aquí estoy", al pie del rótulo de la firma energética.
López se sintió por un momento su "cliente del año", pero el misterio se deshizo en cuanto le dieron la enhorabuena y fue consciente de lo que estaba ocurriendo, un aplauso de la prestigiosa guía a aspectos como "la relación entre el servicio y la cocina".
Pasa de uno a dos soles en la publicación, de la que reseña que más allá de la "alta cocina" se detiene "mucho en la cocina tradicional", y reconoce que a su establecimiento de Ferrol Vello "ha venido gente de varias guías y los tenía controlados, pero no noté ni identifiqué a nadie que viniese de su parte".
Fue en los actos en los que se desveló el listado de reconocidos cuando se encontró con la que creía que era una clienta más: "Me saludó un poco pícara y me dijo un amigo que era inspectora, con los años te vas dando cuenta de quiénes son; a veces repiten, pero aunque se repitan hay que ser profesional y no fiarse, te están inspeccionando".
O Camiño do Inglés, apunta Daniel López, ha atravesado "muchas etapas", desde sus inicios como "un bar" al tramo en el que fue "invirtiendo y convirtiéndote en un restaurante", proceso que encaró "de una manera natural" y sabedor de que implica "su riesgo".
Indica que sus "referentes de grandes restaurantes" de la comarca, de O Parrulo a A Gabeira, con el que comparte adhesión al Grupo Nove, empezaron en un formato tradicional o con emblemas tan populares como los callos y la carne asado.
"Fueron mudando de traje hasta convertirse en lo que son ahora", manifiesta el chef, que reconoce que el salto "conlleva mucho gasto y mucha presión, pero cuando te apasiona esta profesión luchas por ella".
En su caso, la carta se va "ofreciendo en base a lo que veo que se demanda", con papel principal para productos del mar y con una de sus referencias, el menú degustación, que transitó por una "evolución natural; la gente venía con los ojos cerrados, eso da confianza".
López abre las puertas del restaurante emplazado ante la desaparecida Fábrica de Lápices de Ferrol con la idea de que cuaje una "experiencia lo mejor posible"; no en vano, el visitante "va pidiendo más y tú vas ofreciendo más; busca sorprenderse y cada vez es más difícil, pero es lo bonito".
"Nunca imaginé que tuviese que estar pendiente de tantos detalles; desde la reserva empieza la experiencia, me lo planteo así", declara un profesional curtido en las exigencias del día a día y que esboza una sonrisa al rememorar cómo ha ido remando ante las dificultades.
Fue hace "seis o siete años" cuando comprobó que la "gente empezó a venir arreglada y yo no tenía ni ropero, me empezó a dar un pequeño vértigo", pensó que se le estaba "yendo de las manos", aunque el timón tiene controlador con criterio.
A Daniel López, a la marca O Camiño do Inglés, se le reconoce por denominaciones como su zorza cruda, nada menos que una "provocación; forma parte de nuestra idiosincrasia, de mi manera de entender la cocina, provocar y darte algo que no te suena de primeras".
Lograr que sea "sabroso" aunque presentar algo como crudo asuste al que traspase el umbral del local sin saber dónde se está metiendo: "Siempre hay mucha reflexión en torno a los platos, es el que más ha dado que hablar; sigue estando, pero de otra manera".
Y es que esa carta, conectada íntimamente con lo que se descarga cada mañana en el mercado, está en constante movimiento, gracias a esos placeros, a su equipo y a una clientela que sacia su deseo de sorpresas en una de las mesas del comedor que hace de Ferrol centro de miradas en el escenario gastronómico español.