La Central Heladera ha descongelado las reglas de la industria en medio de la saturación de sabores dulces y convencionales: no solo vende helados, sino que colabora con chefs, balnearios y bodegas para transformar su producto en una herramienta versátil. Hablamos de un modelo de negocio híbrido que fusiona tradición, tecnología alimentaria y marketing territorial.
Lo que comenzó como un modesto local en Ourense se ha convertido en un ecosistema gastronómico que trasciende el concepto tradicional de postre. Su estrategia se basa en tres pilares: colaboración con chefs, revalorización de productos locales y un modelo de negocio que combina franquicias con ventas B2B.
La clave de su éxito radica en su capacidad para adaptarse a las demandas personalizadas de la alta cocina. Mientras la mayoría de heladerías se limitan a sabores dulces, La Central Heladera innova con recetas para restaurantes. Un helado de boletus que acompaña un risotto, o uno de queso tetilla que sirve como base para un aperitivo. Estos productos no son caprichos: trabajan bajo pedido con tiradas mínimas de 10 litros, ajustando texturas y perfiles de sabor según las necesidades de cada chef, se convierten en una extensión de sus cocinas.
"Utilizamos únicamente leche ecológica de Allariz. Los sorbetes se realizan con fruta 100 por cien natural y base agua. Ni gluten, ni lactosa, veganos y con menos de un 1% de materia grasa. Acabamos con el mito de que el helado engorda. Además, no empleamos ni colorantes ni conservantes ni aditivos", explica María Caldelas, fundadora y gerente de la empresa.
Pero la innovación no termina ahí. Esta ourensana ha plantado bandera en territorio inexplorado y es pionera en incorporar ingredientes con identidad gallega y un toque científico. La Central Heladera incorpora aguas minero-medicinales de los manantiales de Ourense –las mismas que alimentan los balnearios de la zona– para crear helados termales con propiedades únicas.
También se ha especializado la elaboración de helados alcohólicos. Uno de ellos, fabricado con la cerveza 1906 de Estrella Galicia, da como resultado una crema de cinco grados que consigue que quien lo prueba arquee las cejas. En el caso de los helados de vino, como el Godello, María Caldelas explica que, para producir 10 litros de producto, incorporan tres botellas de este caldo. El resultado es una crema helada saturada a la perfección con este sabor inconfundible.
Este enfoque disruptivo ha permitido un modelo de franquicia atípico. Sus once locales no son meros puntos de venta, sino centros de experimentación donde los clientes prueban sabores en desarrollo. También están presentes en balnearios que ofrecen sus helados termales como parte de sus tratamientos, y en bodegas que usan sus cremas de vino helado para catas innovadoras.
Su expansión –con planes en Portugal– prioriza ubicaciones estratégicas cerca de productores locales. Precisamente, por esta pasión en el fomento del compromiso con colaboradores próximos, les han otorgado el Premio de Gastronomía de Galicia a la empresa que más promociona el producto gallego.
La Central Heladera demuestra que un producto aparentemente simple puede ser vector de desarrollo territorial. Su leitmotiv es una visión de la gastronomía como herramienta económica, cultural y hasta turística con la que consiguen derretir los límites entre postre y plato principal, sin perder de vista los sabores auténticos de Galicia.