La climatología dio un respiro este lunes–al menos durante un tiempo– al equipo multidisciplinar de la Universidade de Santiago de Compostela y del Instituto de Medicina Legal de Galicia (Imelga) que se desplazó a primera hora de la mañana hasta el camposanto naronés de O Val, con el objetivo de iniciar los trabajos de localización de 51 personas asesinadas durante la sublevación militar de 1936. En esta tarea trabajan mano a mano con la Asociación Cultural Memoria Histórica Democrática y con el antropólogo forense Fernando Serrulla, presente también en el cementerio, al que acudieron, además, familiares de los represaliados y representantes del gobierno naronés –la alcaldesa, Marián Ferreiro, así como los concejales Mar Gómez e Ibán Santalla–.
El fin de la intervención iniciada esta mañana –y que se prevé se prolongue durante varios días– es dar con los restos de los 32 miembros de la dotación del acorazado “España”, fusilados el 26 de diciembre de 1936, así como otros dos del “Contramaestre Casado”. Mientras, el 30 de noviembre de aquel fatídico año fueron asesinados también diez tripulantes del navío de vapor “Dómine” y, en diversas fechas, otras siete personas más.
“Eu cheguei ás dez e xa estaba aquí xente da Universidade. Despois chegaron os historiadores con Fernando Serrulla, o forense. Primeiro estanse a quitar os ósos do nicho que nos dixera un veciño. A ver o que atopamos, porque sabemos que neste cemiterio houbo moito movemento”, explicaba el presidente de la entidad anteriormente citada, Manuel Fernández Pita, al filo de las doce del mediodía. Y es que el pasado mes de enero, Francisco Aneiros, un vecino de la parroquia, contactó con la asociación para indicarle que creía que los restos se encontraban en un nicho concreto del cementerio, que había pertenecido a un cura de la parroquia.
Sin embargo, los primeros trabajos iniciados por los expertos no constataron –a falta de culminar la investigación– esta teoría. “Hemos sacado una de las dos bolsas que había en el interior del nicho y, por el momento, hemos confirmado que los restos no son de las personas que buscamos. No tienen signos de violencia y hay dos cráneos que pueden corresponder a una mujer. A falta de finalizar los trabajos, podemos confirmarlo casi con total seguridad”, apuntó por su parte, a preguntas de este Diario, Fernando Serrulla, quien explicaba que los huesos se encontraban en el interior de una bolsa mucho más “moderna” para tratarse de la época en la que se asesinó a estas personas.
Además de la inspección de esta sepultura, el equipo comenzó a trabajar también en tres zonas del cementerio, después de la investigación realizada el pasado mes de octubre con un georradar. “Nos falta por completar una serie de catas, para ver si podemos ubicar en alguna de ellas las fosas que buscamos. Sabemos que por lo menos habrá unas cinco, porque los cadáveres fueron enterrados en cinco o seis momentos temporales distintos”, apuntó Serrulla, que añadió que el georradar “detectó algunas zonas que, al técnico, le pareció que podían ser compatibles con excavaciones más o menos grandes, no funerarias. Estamos profundizando y valorando si realmente en esas zonas hay algún enterramiento colectivo que pudiera ser compatible con lo que estamos buscando”, explicaba durante la jornada de este lunes.
La fosa del cementerio de O Val podría ser una las de mayor envergadura de Galicia, después de la ubicada en Serantes (Ferrol). Son muchas las familias que continúan buscando a sus familiares asesinados tras la sublevación militar de 1936 y, la reparación en muchos casos, parece no llegar nunca.
“Meu avó foi asasinado contra o muro da igrexa. Según a miña nai e tamén a miña avoa, están enterrados debaixo dos nichos. Non tiñamos esperanzas en que estivesen dentro desea tumba. É certo que houbo movementos e se reformou o cemiterio... Pero esas sepulturas son máis ou menos dos anos 70. Pode ser que cando se levantaron, quitasen os restos e os metesen nun osario. Pero normalmente levantábanse estes nichos enriba das fosas comúns, en case todos os cemiterios, para evitar que se reclamasen despois, porque é moi difícil”, comentaba Estefanía Pérez Fernández, nieta de Manuel Fernández Arias, cabo del acorazado “España”, que se desplazó junto a su hermano hasta el cementerio para interesarse por el desarrollo de los trabajos.
“Teño a esperanza de que o atopemos e de poder enterralo coa súa filla, coa miña nai... Iso é o único que quero. Agardo que algún día o podamos conseguir”.