Muy pocos días después de tomar la Presidencia del gobierno de España, el Señor Pedro Sánchez, “sin encomendarse ni a Dios ni al diablo” comunicó al buque Aquarius, a Europa y al Mundo..., como en destacada acción de adalid misericorde y filantrópico, que ese buque con más de 500 migrantes africanos rechazados por algunas naciones mediterráneas, tomase rumbo a nuestro levantino puerto de Valencia, para ser acogidos por España. De esto, si no me equivoco, han pasado unos cinco años.
La determinación y materialización, en sí, de aquella idea compasiva, solidaria, humanitaria..., parece de lo más considerado y edificante por parte de cualquier persona observadora y consciente. Pero la realidad de verdad de los acontecimientos seguidos, de los resultados políticos y sociales y económicos... seguidos de aquel hecho, ante África, ante Europa y ante el mundo entero, han sido y siguen siendo con repercusiones y consecuencias no fáciles de calcular. Lo que se ha llamado y sigue denominando “efecto llamada” es un hecho incontestable, demostrado. Y para su constatación, no hay más que observar bien y con datos fieles, el flujo migratorio africano hacia las Islas Canarias y el Sur peninsular, con su creciente tragedia en estos últimos cinco años. Tragedia principalmente en el mar, pero también en las familias, las economías, los malestares de la cabeza y del corazón..., que no son pocos.
Migraciones se vienen dando desde siglos atrás cómo la historia nos demuestra. Pero cada vez son más necesarios estudios, alternativos, y de las demografías, y de las políticas económicas, y los caminos en esos flujos migratorios, etc., etc. Y que tienen que ser “Conciertos Mundiales e Internacionales” de acuerdo con las Naciones originarias y perimetrales... que originan las emigraciones y sus circunstancias, quienes hayan de prever y prevenir catástrofes humanas y consiguientes males, mediante estudios sectorizados llevados a cabo por personas especializadas y su conjunto sociopoliticoeconómico..., habrá de tomar “el toro por los cuernos” a fin de evitar tanta catástrofe, tanto sufrimiento, tanto derroche, tanta tensión política... Pues, España, Europa, Naciones Unidas, África, Mundo entero, manos a la obra, sin esperar ni un día más: a cada mal, su remedio.
Uno, que no es gran conocedor de los fenómenos que han envuelto la historia migratoria en la humanidad, se pregunta basándose en el sentido común –que falla mucho– como ha tardado y tarda tanto el conjunto de Las Naciones y el “grito” actual de algunas de ellas, en darse cuenta de que donde hay que poner el remedio -como en casi todo- es en el origen u orígenes y causas... del mal. Y allí poner el remedio.
Claro, reconociendo que en ciertos considerandos, la labor se puede presentar ciertamente ardua; pero para algo tenemos la acción diplomática y las determinaciones internacionales: cuanto mayor el mal, más mérito su remedio.
Ojalá se vislumbre la positiva decidida solución a esta catástrofe creciente.