La justicia, la permanente y constante voluntad de dar a cada uno lo suyo, lo que le corresponde, lo que se merece, entraña tantas veces la restauración de la dignidad lesionada, contravenida.
Tal aproximación la acabo de encontrar planteada en la obra del profesor Bernardo Carvajal sobre La dignidad humana como norma de derecho fundamental cuando este autor afirma que la dignidad de la persona humana equivale a una promesa de justicia que el derecho debe cumplir, de manera que entonces se puede decir que se realiza cabalmente la justicia.
Hasta el punto de que esta consideración permite realizar otra afirmación: dignidad y justicia son dos elementos inescindibles del destino marcado indeleblemente en lo más profundo del ser humano.
La lucha por la juridificación de la dignidad humana, hoy especialmente, en tiempos del Estado social y democrático de Derecho, es una de las tareas más relevantes que tenemos los juristas en nuestras manos, sobre todo al constatar la violación sistemática a que se somete a tantos millones de personas en el globo, todavía en condiciones infrahumanas, sin portar el mínimo de dignidad exigible.
A pesar de los avances tecnológicos y de las “conquistas sociales” que nos venden las terminales de las tecnoestructuras dominantes, la realidad es la que observamos, la que experimentamos a diario en tantas latitudes.
En este sentido, la primacía económica en la globalización ha devuelto al primer plano de la realidad las máximas capitalistas entre las que se encuentran en la cúspide: ganar y acumular más en el más breve plazo de tiempo posible, lo que ha puesto en marcha, con más o menos intensidad según países y culturas, una lógica perversa de privatización del interés general.
A la hegemonía economicista responde de la perspectiva humanista, la denominada economía del bien común o del interés general.
En efecto, tanto el orden político como el económico-financiero precisan de una profunda labor de humanización en la que la persona y sus derechos fundamentales vuelvan a brillar con luz propia. En el ámbito económico, es momento de superar las perspectivas utilitarias y formalistas que conciben la empresa como estructura de pensamiento único.
Los resultados de un balance normalmente reflejan datos acerca de los ingresos, los gastos, los beneficios y las pérdidas.
Si hay beneficios, todo va bien. Los beneficios todo lo justifican, incluso lacerantes atentados a los derechos humanos. Son los casos de explotación, trabajo infantil, atentados al medio ambiente, desprotección de la maternidad, aumento del paro, salarios justos, etc.
Hoy en día, salvo raras excepciones, estos conceptos, tan importantes, o no se miden o tienen un valor relativo, condicionado a la gran máxima de la obtención de los mayores beneficios posibles en el menor plazo de tiempo.