Nubarrones

ualquiera que se haya molestado en leer algo sobre el pasado europeo descubrirá en seguida los demonios que esconde en su interior.


Los hay de todo pelaje. Territoriales, racistas, culturales, lingüísticos, la lista sería larga para mencionarlos a todos. Lo preocupante es que cuando surge un problema ahí están, algunos muy bien disfrazados.


La invasión rusa de Ucrania parece que los despertó. Es como si de repente esos leviatanes regresaran del pasado con ánimo conspirar, de vengarse por lo que otros hicieron o dejaron de hacer.


Lo peor es que el pasado no se puede cambiar. Por lo tanto, solo nos queda el consuelo de comentarlo, de analizarlo, incluso, dentro de lo posible, de que a algunos políticos les quede algo de lo que llamamos inteligencia para no repetirlo.


Es cierto que hay errores que condicionan el futuro. Hay quien opina que el más grave que cometieron las élites políticas europeas cuando cayó el Muro de Berlín fue el de no haber tenido en cuenta nuestra historia común de los últimos cien años.


Los políticos de esa época, puesto que los de ahora están más perdidos que un pulpo en un garaje, por decirlo suave, no tuvieron ni el arrojo ni la inteligencia de proponer una conferencia paneuropea que tuviera en cuenta las preocupaciones de todos los implicados y así poder construir una verdadera unión: la Europa de los pueblos.


Los traumas de los pueblos, igual que los de las personas, solo pueden ser superados hablando, enfrentándolos. En ese sentido aquellos políticos, aunque todavía hoy creen algunos que eran grandes “estadistas”, nunca estuvieron a la altura que demandaba aquel momento histórico; momento que difícilmente se repita.


Las consecuencias las estamos viendo. La espantosa guerra en Ucrania está levantando todo tipo de rumores, de especulaciones. Al parecer los políticos polacos creen que ese país  acabará desintegrándose por completo, por lo tanto, están convencidos de que es el momento de “recuperar” la región ucraniana de Galitzia.


Se dice también que el presidente húngaro, Viktor Orban, piensa lo mismo. Corre el rumor de que desea anexar la región de Transcarpacia donde viven unos 200.000 habitantes de etnia y cultura húngaras. Sea cierto o no, hace unos días Budapest le advirtió a Kiev que dejara de reprimir a la población húngara de esa región.  


Lo cierto es que las actuales fronteras, polacas, alemanas, húngaras y de otros países del este de Europa fueron trazadas por las potencias vencedoras de la II Guerra Mundial. Na fuera de lo común. Los que ganan ponen sus condiciones.


Se ha dicho que los políticos polacos pecaron siempre de oportunistas, además de ser liantes y pésimos estrategas. Bien es cierto que por la situación geográfica del país, como la de otros países de Europa del este, no lo tuvieron fácil.  


Aunque aquí nadie está libre de culpa. Los polacos también tuvieron sus ambiciones. Y no fueron precisamente “santas”. Allá por el Siglo XVII la Mancomunidad polaco-lituana hizo sus pinitos imperiales. Como dato curioso debemos añadir que sus enemigos siempre fueron los mismos: rusos y alemanes.


Lo de recuperar territorios implica peligros y no solo militares, que también, en este caso el Kremlin está de por medio, sino de otro tipo. Imaginemos por un momento que los polacos pudieran anexarse la región de Galitzia, apoyada incluso en una consulta electoral favorable.


En este caso no hay que ser muy listo para saber que eso sentaría un precedente que se volvería contra ellos.

Nubarrones

Te puede interesar