nas 20.000 ballenas jorobadas se desplazan entre julio y noviembre a las aguas templadas y claras del litoral brasileño, concretamente al archipiélago de Abrolhos, la mayor cuna reproductiva del Atlántico sur y donde los cetáceos encantan a miles de turistas cada año.
La llegada anual de las ballenas jubarte (nombre de las jorobadas en portugués) a Abrolhos, un archipiélago situado en el litoral sur del estado de Bahía (nordeste de Brasil) y con una superficie aproximada de 91.300 hectáreas distribuidas en cinco islas, se ha convertido en una importante atracción turística.
Allí, estos animales inician la temporada de reproducción alejados del duro invierno de la región Antártida y permanecen entre cuatro y cinco meses, hasta que sus crías están lo suficientemente desarrolladas para regresar con sus madres al continente más austral de la tierra. Con un crecimiento de la población de cerca del 10% anual, el número de ballenas jorobadas que visita el litoral brasileño ha aumentado en las últimas décadas, especialmente desde 1996, cuando su caza fue prohibida. “Se cree que el fin de la caza proporcionó su recuperación natural. Las jubarte son cosmopolitas, se adaptan fácilmente y con el fin de la caza se produjo este salto”, dijo a Efe el biólogo y coordinador de actividades del Proyecto Baleia Jubarte, Sergio Cipolotti.
Las embarcaciones para los turistas parten de la pequeña ciudad de Caravelas y, tras un trayecto de cuatro horas, los visitantes pueden ver la exhibición de los cetáceos, sus chorros de agua y el movimiento de la atleta caudal, un espectáculo de la naturaleza que se repite cada año. Protegidas por la fiscalización del Instituto Chico Mendes de Conservación Biodiversidad (ICMBio) y por la Marina de Brasil, las ballenas se sienten cómodas a la hora de bailar por las cálidas aguas de Bahía.
El momento más esperado es el salto de las ballenas jorobadas, que llegan a exponer dos tercios de su cuerpo, en un ballet marino celebrado por los turistas. Estos cetáceos, que pueden medir hasta 16 metros y pesar 40 toneladas, están presentes en todos los océanos, pero llegan a Brasil entre julio y noviembre para reproducirse en las aguas cálidas de los trópicos.
A pesar del aumento del número de ballenas jorobadas en el litoral brasileño, los cetáceos continúan expuestos a algunos peligros debido a la presencia del hombre, como la contaminación química y acústica y las redes de pesca. Por eso, el Proyecto Baleia Jubarte quiere potenciar la región desde el punto de vista socioeconómico a través del turismo, lo que permitirá un mayor cuidado medioambiental de la zona.
“Con el crecimiento de la población los cuidados son otros, hay que mantener el bienestar animal”, afirmó Cipolotti. Además de las ballenas, la atracción estrella, el Parque Nacional Marino de Abrolhos, es también el nido de todo tipo de aves.
Los piqueros blancos y marrones habitan en la isla Siriba, mientras que las aves fregatas están en la isla Redonda, esperando la oportunidad de robar los peces capturados por otras especies. l