En República Dominicana hay, según las estadísticas, unos 50.000 niños limpiabotas. Jóvenes privados de su infancia y de su derecho a la educación en un país con grandes desigualdades. Erradicar el trabajo infantil en la zona de Santo Domingo Oeste y facilitar el desarrollo integral de estos pequeños y jóvenes es la misión con la que hace tres años desembarcó en la isla la Fundación La Merced, creada por la congregación Mercedaria y la comunidad parroquial Nuestra Señora de Guadalupe del barrio Las Caobas.
En ella se ha involucrado la religiosa María del Pilar López Rodríguez, ourensana de nacimiento pero vinculada prácticamente toda su vida a Ferrol. A esta ciudad llegó con cinco años y también aquí ejerció toda su vida profesional como profesora, durante cuarenta años, del colegio Mercedarias. Hace tres, cuando cumplió 65 años, dio un giro a su vida.
La congregación le propuso cruzar el atlántico para poner en marcha, junto a otros compañeros, un proyecto que en la actualidad atiende a cerca de 200 niños. Se retiró de la docencia y emprendió así un viaje del que no sabe cuándo regresará. Dice que “hasta que el cuerpo aguante”, sobre todo por lo mucho que la experiencia le está aportando a su vida personal y por los nuevos retos que se va marcando la Fundación. Está previsto, por ejemplo, construir un nuevo centro, más próximo a la zona en la que trabajan, que disponga, entre otros servicios, de guardería.
La Fundación lleva a cabo diferentes proyectos a nivel educativo, a través de la inclusión y seguimiento de los niños en las escuelas y socio-familiar, con asistencia social, médica y psicológica y reuniones con los padres y tutores de los niños.
También ofrecen asistencia legal a las familias y programas de apadrinamiento. “El tema de la educación y la salud allí está muy mal”, comenta Pilar.
Lo que más le impactó cuando llegó a Santo Domingo fue la gran pobreza y desigualdad”, así como el “tremendo machismo” que existe.
proyectos
Desde la puesta en marcha del centro hace tres años, se han llevado a cabo actividades como clases de inglés e informática para adolescentes o talleres de prevención de drogas y embarazos, entre otras. “Trabajamos por la educación y por la inclusión”, explica.
Una labor que, en cierto modo, realizó a lo largo de toda su vida en la parroquia ferrolana de San Xoán de Filgueira, donde además de impartir catequesis, trabajó con el colectivo gitano y también con drogodependientes. Todo eso en el tiempo libre que le dejaba la docencia, a la que dedicó toda su vida profesional. “Siempre intenté formarme continuamente, hacer cursos y reciclarme, pues en educación es fundamental estar al día”, sostiene. Tras un mes de vacaciones en Galicia, donde además de disfrutar de la familia ha rendido su tradicional visita al convento ferrolano, cruza de nuevo el charco para seguir desarrollando su labor en un pueblo, el dominicano, que ahora mismo es su casa.