Cuarenta y cinco años después de que Nadia Comaneci consiguiera la perfección en los Juegos Olímpicos de Montreal, un libro revela el espionaje y los malos tratos que la atleta rumana sufrió en su país mientras gozaba de la admiración del mundo.
En "Nadia y la Securitate", el historiador rumano Stejarel Olaru se ha zambullido en los archivos de la policía política de la Rumanía comunista para contar la vida bajo el régimen de Nicolae Ceausescu de la gimnasta que, con solo 14 años, deslumbró en los Juegos de 1976.
"Sabía que los deportistas eran vigilados porque tenían contacto con extranjeros, hacían giras internacionales y podían huir del país, pero me ha impactado la magnitud de la vigilancia a la que fue sometida Nadia", dice a Efe Olaru sobre su investigación.
Seguida desde los 13 años
Desde que empezó a impresionar en su país con 13 años, la gimnasta fue objeto de seguimiento por parte de entrenadores, coreógrafos, periodistas y directivos de la Federación de Gimnasia, reclutados por la Securitate para controlar todos sus movimientos.
Mediante los informes de los agentes y las transcripciones de las escuchas a la familia de Nadia, Olaru reconstruye el clima de opresión en que vivía la adolescente, cuyos éxitos la habían convertido en el arma propagandística más potente de la dictadura.
Micrófonos en casa
Esta vigilancia, para la que se instalaron micrófonos en todas las casas en las que vivió la gimnasta, buscaba, entre otras cosas, mantener bajo control los conflictos crecientes entre Comaneci y sus entrenadores, Bela y Marta Karolyi.
Al igual que ocurría en los demás países del bloque comunista, el matrimonio de entrenadores utilizaba castigos físicos y gozaba de impunidad para aplicar los durísimos métodos que llevaron a Comaneci a obtener el primer 10 en la historia de la gimnasia y de los Juegos Olímpicos.
Días enteros sin comer
Bela Karolyi llegó a prohibir comer a Nadia por períodos de hasta tres días para que pudieran competir con el peso que él consideraba idóneo. Las notas de los espías muestran también que las gimnastas eran forzadas a entrenar y competir lesionadas.
Prácticas como esta llevaron a Nadia a escaparse de los entrenamientos, lo que provocaba la movilización de la policía política y obligaba a intervenir al matrimonio Ceausescu para que la niña prodigio volviera al redil y continuara ganando medallas.
La supresión del individuo
Durante sus años de gloria, Comaneci se planteó muchas veces dejar para siempre la gimnasia, pero las presiones del régimen, bajo el que la voluntad del individuo no era un factor que se tuviera en cuenta, eran siempre más fuertes y acababan devolviéndola al trabajo.
"En un país libre este tipo de abusos habrían salido inmediatamente a la luz y la federación se habría visto obligada a tomar medidas", explica Olaru.
Elena Ceaucescu exige medallas
En aquella Rumanía, en cambio, "todo estaba controlado y se buscaba siempre un compromiso que acaba con la expulsión del deportista que había denunciado los hechos".
"Nadia, sin embargo, era una excepción; la necesitaban porque Elena Ceausescu exigía medallas", cuenta el autor.
Además de evitar que explotaran las tensiones con Karolyi, la Securitate temía que Nadia relajara su disciplina en sus horas libres o desertara a un país capitalista durante sus viajes al extranjero, como harían los Karolyi en 1981 durante una gira por Estados Unidos.
La Securitate estrecha el cerco
Pese a los altibajos que provocaban sus constantes actos de rebeldía y las tensiones con Karolyi, Comaneci siguió dominando la gimnasia mundial hasta su retirada después de los Juegos de 1980 en Moscú, en los que, al igual que en Montreal, ganó tres oros.
La huida de los Karolyi intensificó la paranoia de la Securitate sobre una posible fuga de Nadia, que en la década de 1980 comenzó además un romance con Nicu, uno de los hijos de los Ceausescu.
Esto hizo que la madre del joven heredero presidencial, con fama de 'playboy', se obsesionara aún más con la gimnasta, a quien, después de su retirada, apenas se le permitió salir del país pese a que le llovían invitaciones desde todos los rincones del mundo.
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La huida
Comaneci se acabó escapando de Rumanía la noche del 27 de noviembre de 1989, justo después de cumplir 28 años, al cruzar a pie, guiada por un pastor de ovejas, la frontera con Hungría, desde donde viajó a Austria para radicarse después en Estados Unidos, donde sigue viviendo.ç
Nadia dejaba atrás una vida de vigilancia opresiva y control paranoico. Además de querida y admirada en todo el mundo, ahora era una persona libre.