Cientos salieron el sábado con una necesidad desaforada de beberse las calles, la noche y todo el alcohol que lograsen encontrar. Celebraban la libertad, decían, aunque tiene pinta de que la habían confundido con el desahogo. A lo mejor por eso cantaban “hemos venido a emborracharnos, el resultado nos da igual”. La fiesta, lo mismo con acento gallego que madrileño o catalán, por momentos parecía el festejo por un Mundial de fútbol y por momentos la Nochevieja de la que muchos se quedaron con ganas. La mayoría veinteañeros, cierto, aunque también había bastantes que, hablando de mundiales, vieron a Naranjito en directo. Y parecía que llevasen desde entonces esperando para salir de juerga. Igual es que todos se temen un nuevo confinamiento provocado por los mayores vacunados, que se van a echar al monte, venga a abrazar a lo loco y a olvidarse la mascarilla, y quieren aprovechar todo lo posible. Aunque en el proceso la nueva ola la provoquen ellos mismos. El resultado, por cierto, lo veremos en las próximas semanas y, si es como los anteriores, no nos va a dar igual.