En la capilla de la Orden Tercera, que marca el límite entre el barrio portuario y A Magdalena, nos espera José Evia, el hermano mayor de la Cofradía de la Soledad. Poco le queda ya ostentando el cargo, puesto que el próximo 4 de abril se celebra la asamblea para convocar las elecciones. Los cofrades votarán a finales de mes.
Por lo tanto, esta no es solo una charla para conocer las novedades que la hermandad de Ferrol Vello tiene para esta Semana Santa, sino que tiene un regusto a despedida. Evia hace balance de sus casi 30 años al frente de la cofradía, liderando un cambio que se ha acelerado en estos últimos tiempos.
Cesa de hermano mayor, pero ¿seguirá en la cofradía?
Naturalmente. Una vez que cesas tienes que dar un paso atrás y que vengan otras personas con otras ideas. Es bueno que haya relevo y apoyaré en lo que me pidan. No es prudente quedarte en la Junta de Gobierno, pero seguiré siendo cofrade, que es lo que soy. Un cofrade de número que, por circunstancias, me vi obligado durante 28 años a ser hermano mayor.
¿Cómo acabó teniendo a esta responsabilidad?
Fue un acuerdo entre Alfredo Martín y yo, que me lo pidió. Yo estaba con él en la Junta de Gobierno y me dijo que estaba cansado, que quería ver otras semanas santas. Lo cierto es que siempre lo vi aquí después [ríe]. Esto, al final, te tira.
¿La hermandad ha cambiado mucho en este tiempo?
Ha sido una evolución, sobre todo en los últimos diez años. Nos hemos adaptado a los tiempos. Había que sacar esas carretillas, que eran un peligro... Pasamos a hombros y luego se han cambiado imágenes con poco valor, se han comprado otras de autor.
¿Tener portadores revitaliza las cofradías?
Estamos encantados con las dotaciones. Es una felicidad porque vienen por la sede, cogen sus hábitos, entran, charla, te dan muchas ideas... Te hacen adaptar cosas. Es una alegría tener esta juventud y cada vez viene gente más joven.
Le toca hacer balance...
Ha habido épocas muy buenas y otras no tan buenas, pero yo me voy satisfecho del trabajo que se realizó. No mío, sino con una Junta de Gobierno que arrimó mucho el hombro y, entre todos, llevamos esto a buen término.
¿Qué retos le espera a la nueva Junta?
Los que quieran marcarse. Que no se me tome esto como soberbia, pero la cofradía está en muy buen momento. Sí es cierto que uno de los retos es la mejora de imágenes y del patrimonio.
¿Cómo llegó usted a la Semana Santa?
La primera relación fue de niño, porque aquí estaba mi hermano mayor y me trajo siendo un pipiolo de 10 años. Ingresé en el tercio de la Magdalena y después, como adulto, a la Soledad. Pasé un tiempo fuera por trabajo y, al regresar, volví a tomar mi sitio.
¿Y cómo la vive?
Cara uno la vive como le da Dios a entender, pero tienes tus momentos de recogimiento, inquietudes... Estás dentro de la Junta y son muchas las preocupaciones, pero cuando termina todo y, cansado, te sientas en casa, la satisfacción de que todo ha salido bien es enorme.
¿En qué momento de la Semana Santa pararía el tiempo?
Sin duda, en la procesión de la Soledad. Justo en el momento del entronamiento de la virgen en su trono, saliendo a hombros de la capilla. El silencio de los cofrades, el respeto que muestran... Lo pararía ahí.