Los aficionados al relato detectivesco tienen en esta extraordinaria antología que publica la editorial Alba una oportunidad estupenda no solo para disfrutar de algunas de las historias clásicas de este género, sobre todo de la etapa en la que surge y adquiere personalidad propia como género, sino también para seguir su evolución, de una manera cronológica, en el largo periodo del largo reinado de Victoria (1837-1901).
“Cuentos de detectives victorianos” es el resultado de un trabajo enorme de la “comisaria” de este volumen, Ana Useros, traducido en su integridad desde el inglés por Catalina Martínez Muñoz. Son veintidós autores y veintiséis relatos –repiten Charles Dickens, James McLevy, Arthur Conan Doyle y Grant Allen– en los que se muestra el origen y la manera en que fue avanzando el modo de contar este tipo de historias protagonizadas por policías, inspectores, investigadores y detectives hasta convertirse en un género con una identidad muy definida.
Es una realidad, con la ventaja que da analizarlo con la perspectiva que da el paso del tiempo, que este tipo de textos llegaron a tanta gente –aunque esto habría que matizarlo y tener en cuenta el alto porcentaje de población analfabeta en el XIX– porque le ofrecía al lector la posibilidad/necesidad de encontrarle el sentido a los crímenes y las injusticias.
Esa confianza en alguien, experimentado, íntegro y racional, que diese sentido a todo, también a la barbarie y a algo tan abyecto como un asesinato o la violencia, es seguramente el motivo fundamental que permitió que este tipo de historias tuviesen el éxito tan grande, hasta el punto de haber sobrevivido, con la evolución lógica del paso de los años y del avance de la sociedad –también a la alfabetización– hasta nuestros días, con todas las ramificaciones y derivadas imaginables.
En Cuentos de detectives victorianos encontraremos, de hecho, a algunos de los grandes clásicos –Charles Dickens, Wilkie Collins o Arthur Conan Doyle–, pero no sus relatos más conocidos o, al menos, los que más repercusión han tenido. Veremos textos que explican, por uno u otro motivo, cómo los autores de renombre prepararon el camino hacia sus textos más brillantes, pero también podremos apreciar alguna de las creaciones que están en el origen de la popularización de este género.
Es el caso del que abre el volumen –del hombre que ilustra este texto, William Evans Burton–, que en “La cámara secreta” inaugura una forma diferente de contar historias violentas y criminales que, a diferencia de casi todo lo anterior, estaban localizadas en sitios cotidianos y reconocibles, en el día a día de, por ejemplo, las ciudades emergentes.
Tendrá también el lector la oportunidad de conocer o reencontrarse con otros escritores que, tras haber disfrutado de la fama mientras vivían –Ellen Wood o George R. Sims, con los maravillosos “En la oscuridad del túnel” y “El hombre de ojos dementes”–, cayeron en el olvido y con varios más que, sin estar al nivel de los más grandes, aportaron su grano de arena para consolidar y engrandecer el género.
No se pierdan esta antología. Incluso para aquellas personas a las que no les chiste especialmente este tipo de literatura, disfrutarán conociendo cómo empezó todo y, también, cómo ha ido cambiando la manera de contarlo.