Indignación en la zona cero

Unos años después de que los filósofos griegos Tales de Mileto, Anaxímenes y Heráclito buscaran la esencia del universo o el principio fundamental de todas las cosas, Empédocles de Agrigento recogió sus pensamientos y concluyó que “la tierra, el aire, el fuego y el agua” son los cuatro elementos fundamentales de la naturaleza, que tiene leyes que los humanos no deben violentar y un poder que no pueden controlar.


Traigo esto a colación a propósito de la riada de Valencia. Allí, como en otros territorios de España, se agredió a la naturaleza cegando o desviando cauces, que eran la salida natural del agua hacia el mar, para instalar fábricas, construir casas o infraestructuras. Por eso mucha culpa de esta y anteriores catástrofes la tienen los sucesivos proyectos de urbanismo que desafiaron al medio natural en combate desigual.    


Es esta una de las mayores catástrofes habidas en España. Lo atestiguan la pérdida de  dos centenares largos de vidas humanas, un número indeterminado de desaparecidos y la tragedia de muchas familias que lo han perdido todo. Se han perdido también cientos de empresas y negocios que eran el sustento de los vecinos y el sostén de los pueblos afectados. Un desastre. Ahora lo más urgente es enterrar a los muertos, buscar a los desaparecidos, ayudar a los vivos a recuperar sus viviendas y reconstruir los modos de vida que les aseguraban la subsistencia.


Por eso, esta emergencia catastrófica interpela a todas las administraciones. Primero al Gobierno de España y después a la Generalitat Valenciana, que deberían caminar unidos con acciones coordinadas para atender a todas las poblaciones. Pero presiento que los políticos están afilando los cuchillos para utilizar después la catástrofe y señalar culpables, convirtiendo el sufrimiento de la gente en un recurso más de sus estrategias políticas. Ante tragedias como esta es una falta de madurez política y una bajeza moral plantear “quién tiene las competencias o quien debe tomar el control”, un ejemplo de libro de esta España invertebrada.  


De hecho, la disputa política que derivó en tardanza en reaccionar provocó el sábado pasado la irritación ciudadana contra las primeras autoridades del Estado, que convirtió la zona cero de la catástrofe en la zona cero de la indignación, justificada por la ausencia del Estado, por la falta de medios y diligencia en la gestión de la catástrofe para dar respuesta a las víctimas que se sienten abandonadas. Los desastres exigen a los políticos pisar el terreno despojados de intereses personales y partidistas.


No puedo concluir este comentario sin resaltar la solidaridad de los españoles. Miles de voluntarios, múltiples puntos de recogida de alimentos y de ropa, donaciones a través de Cáritas o la Cruz Roja… Una vez más, la solidaridad corrobora lo que decía Machado: en España lo mejor es el pueblo.  

Indignación en la zona cero

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