Parece que los españoles tuviéramos tendencia a vivir cabreados. Sí y no unos pocos, la legión de enfadados crece como la espuma y no hay barra de bar, que de eso somos mucho, en la que no le caiga al gobierno un rapapolvo de aúpa. Pero vayamos por partes, a ver, en lo económico Sánchez presume de que vamos “como un cohete” pero el pueblo malvado insiste en mirarse al ombligo y ver que no llega a fin de mes, que le cuesta un riñón llenar la nevera y que los recibos no paran de subir. Hay que ser muy quisquilloso para no celebrar los datos macroeconómicos y quedarse en la economía familiar. Claro, aquel cambio de la peseta al euro supuso el empobrecimiento de la clase media en cuestión de horas y el café, que ayer costaba 90 pesetas, pasó, como por arte de magia, a costar 166,386 pesetas y las 100.000 pesetas que teníamos en la cuenta se convirtieron en 600 euros. Entonces Sánchez nos dice: ¿de qué se quejan? En el año 74 la renta per cápita era de 15.000 euros (dos millones y medio de pesetas) y ahora es de 30.000 euros (cinco millones de pesetas) y nosotros volvemos a aplicar nuestro “egoísmo” y pensamos… ¡sí!, pero con los dos millones y medio de antes te podías comprar un piso y te sobraba algo y ahora un piso no baja de 250.000 euros, unos 41,5 millones de aquellas pesetas. Desde luego nuestro egoísmo no tiene límites, en lugar de darle las gracias a Sánchez lo ponemos a parir. Justo hace unos días, la vicepresidenta Yolanda nos anuncia que vamos a trabajar menos y a cobrar lo mismo y lo anuncia el día en que 254.000 españoles han perdido su empleo, esos sí que van a trabajar menos. También anuncia que el salario mínimo interprofesional va a subir, lo que no dice es que ahora los perceptores de este salario van a tener que pagar IRPF por la subida, con lo que cobrarán menos. Otra vez nos estamos cabreando, ¡es que no nos conformamos con nada! Esto en lo que se refiere a la economía familiar, pero no contentos con crujirnos a impuestos, Sánchez decide liderar a la Europa contra Trump, el nuevo presidente americano que, con su mal carácter no dudará en aplicarnos sus aranceles para castigar a Pedro el valiente, eso sí, a costa de los españoles. No parece muy inteligente enfrentarse a tan poderoso presidente, ya lo hizo Zapatero despreciando la bandera americana y nos salió caro. De verdad que no entiendo a los cabreados. Y si miramos a la justicia la cosa no mejora. El presidente tiene a su mujer, a su hermano, a su ex mano derecha y a una legión de colaboradores, ministros incluidos, bajo el foco de la sospecha cuando no imputados, pero ya saben, Sánchez dice que “no hay caso” y punto. Eso sí, cuando lo hay, manda a Conde Pumpido anular sentencias en el Constitucional para librar a sus colegas de los delitos cometidos, ahí tienen a Chaves y Griñán mientras los millones siguen en paradero desconocido. Entonces pensamos en el fiscal general del estado para que cumpla su obligación de perseguir el delito, pero… ¡también está imputado! Intentaba tranquilizarles, pero a medida que escribo el que se está cabreando soy yo. Y es que nada de lo que nos está pasando a los españoles es ni medio normal. Pero intentaré relajarme porque al final todo lo que aquí pasa tiene solución, eso sí, en Waterloo, donde vive un prófugo de la justicia al que Sánchez a porfiado nuestro presente y nuestro futuro. Voy a acabar porque no consigo relajarme y me estoy cabreando otra vez.