BROMURO CATÓDICO | Reírse de (y con) la muerte

Crítica de series en #Nordesía: Ángel Luis Sucasas escribe sobre "The Monkey", de Osgood Perkins
BROMURO CATÓDICO | Reírse de (y con)  la muerte

"Yo me voy a morir. Y tú (a su hijo de nueve años) te vas a morir. Y tú (a su otro hijo de nueve años, gemelo del anterior) también. Así de puta es la vida... (gran pausa) Vámonos a bailar.” En la línea de cal que se dibuja en las obras polémicas entre el amor y el odio este fue el momento en el que la crucé hacia el lado del amor.


La escena sucedía en un funeral, el de la canguro, decapitada accidentalmente por el hacha de cocina de un apuesto chef asiático que la miraba con intenciones de romance. Recostados contra un árbol, los tres de pertinente luto, la madre y los dos gemelos que protagonizan la última película de Osgood Perkins (el hijo de Anthony Perkins, que nos asombró el año pasado con la espeluznante Longlegs) se encuentran en silencio después de dicho funeral. 


Y es entonces cuando la madre se destapa con ese desgarrador, pero también descacharrante, monólogo que termina con un vámonos a bailar que antecede a un corte de plano y los tres bailando, felices, al absurdo vital. Pero esta no es una película sobre abrazar el absurdo vital. No estamos aquí en el nihilismo cínico y destructivo que a veces envuelve parte de lo mejor del arte de finales del siglo XX y de comienzos del XXI. 


Esto no es la visión del mundo que tenía Rust Cohle, el policía de True Detective, sobre el caos reinante, asolador y desvergonzadamente injusto sobre el que a veces la vida gira y gira y gira, que a ojos de Cole había que luchar sin tener la menor esperanza, casi como robots sin nadie que los dirija o títeres a los que hubieran cortado los hilos, sin explicarles su propósito en el mundo. No. Monkey nos dice que las cosas pasan


Que, a veces, pasan de una manera absolutamente terrible. Pero que no hay que dejar de vivir porque la vida sea impredecible, cruel y salvaje de tanto en tanto. Simplemente hay que aceptarlo; y, si se puede, reírse en la cara de las desgracias. Demostrar nuestra humanidad de la manera más pura y angelical. Con el humor. 


Decían los Coen, en un documental maravilloso de la BBC, que de niños tenían un perro estupendo. Que el perro, cuando ellos eran adolescentes, se puso enfermo... de vejez. Comía menos, se movía menos y dormía mucho, mucho más. Sus padres empezaron a comentar que no querían ver sufrir al pobre animal y que a lo mejor había llegado el momento de llevarlo a la perrera y sacrificarlo. El mismo día que su padre decidió pasar del dicho al hecho, el perro, oliéndose el cadalso, se mostró tan vital, o más, que en los viejos tiempos. Jugó a la pelota, lamió a toda la familia y corrió de un lado a otro por el césped. El padre decidió posponer la decisión. Pero esa misma tarde, en un sprint para coger la pelota, que se había precipitado sobre la carretera, el perro fue arrollado por un camión y murió brutalmente en el acto. 


Acto seguido, los Coen, en lo que parece un mismo ser en dos cuerpos, comienzan a reír al unísono. Y no es crueldad lo que los anima. Es esa gota que desborda el vaso, como la de la madre de “Monkey”, y que nos lleva en la tragedia a pasar a la hilaridad. Y de ahí a la aceptación y a sanar


A Osgood Perkins se le murió su mamá en uno de los aviones que se estrelló contra las Torres Gemelas en el 11-S. Se le murió su papá, de sida, cuando era poco más que un joven adolescente. Perkins ha incluido los recortes de los noticieros de las muertes de sus padres en esta milagrosa película, donde detrás de cada muerte rocambolesca, espeluznante y desgarradora hay siempre un sentimiento de risa a punto de desbordarse a la locura, pero que se queda en el terreno de los cuerdos para celebrar, con nuestros seres queridos, el próximo aliento. 


Al terminar la cinta, dos bellas mujeres, en el lado opuesto de la fila a la que me sentaba con mi amigo Rubén (el cineasta y novelista del que les he hablado no pocas veces), nos miraron y estallaron en carcajadas. Iban vestidas elegantemente y eran lo último que uno se imaginaba como público probable de esa cinta. 


Comentamos la película brevemente, y la mayor de las dos (¿madre, tía?) se destapó con lo que sigue: 
“Habrá gente que diga que esto es una mierda. Pero a mí me ha dado justo lo que quería. ¡Tripas, vísceras, cabezas cortadas y risas!”. Cómo llevarle la contraria. 

BROMURO CATÓDICO | Reírse de (y con) la muerte

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